Tras el turbulento período amarniense y el paulatino regreso a la “normalidad” protagonizado por los faraones Tutankhamón y, sobre todo, Horemheb, será Seti I el encargado de poner los fundamentos de un nuevo período de esplendor para Egipto.
Durante su corto reinado de 14 años, recuperó el prestigio perdido en el exterior a partir de diversas campañas militares contra asiáticos, libios y nubios; en Egipto, se asistió a un crecimiento económico importante que dio pie a una intensa actividad constructiva, sobre todo en Tebas, la capital, y en Abidos, santuario nacional del dios Osiris.
Un Seti I que, con el fortalecimiento de la entidad monárquica y el control del ejército, puso un contrapunto al pujante poder y las ambiciones del clero de Amón a fin de mantener el equilibrio necesario para el buen funcionamiento del país. Su obra contribuyó a la grandeza del reinado de su hijo y sucesor, Ramsés II.