El culto en los templos

El templo egipcio fue concebido como la casa de los dioses, el hogar adecuado para su adoración. Relieves parietales procedentes de templos, estelas, figuras votivas o instrumentos litúrgicos configuran este apartado de la religiosidad egipcia.

El templo egipcio fue concebido como la casa de los dioses, una morada adecuada para su adoración. Con las actividades de culto el ser humano debía procurar el mantenimiento del orden cósmico, demostrando su agradecimiento por habérsele permitido habitar en la tierra. En principio, el faraón era el único ser que podía aproximarse al dios, pero la laboriosidad de los rituales (que debían realizarse diariamente) y la gran cantidad de templos existentes en Egipto, implicó la delegación de estas tareas en los sacerdotes. El dios debía alimentarse varias veces al día, era lavado, vestido y purificado, en medio de cantos y letanías proferidos por los sacerdotes.
Los diferentes espacios con que consta el templo constituyen una metáfora del universo y del proceso de creación. Desde el profundo santuario, oscuro y de dimensiones reducidas, se recorrían espacios cada vez más amplios e iluminados (antecámara, sala hipóstila, patio), hasta llegar al exterior, donde dos pilonos monumentales señalaban la entrada del templo, como símbolos del horizonte por donde se alza y se oculta el sol.

Relieve parietal con la representación del dios Amón. Imperio Nuevo (1550-1070 a.C.).

Amón era el dios de lo invisible, de ahí que se le denominara 'el oculto'. En este bajorrelieve aparece entronizado y luciendo su característico tocado formado por dos largas plumas. Durante en Imperio Medio y Nuevo, Amón llegó a ser el dios legitimador del estado faraónico, protegiendo la autoridad real y el imperio.

Estatua de personaje portando un naos con la imagen del dios Osiris. Magnesita. Dinastía XXVI (664-525 aC).

La piedad personal de los devotos también podía manifestar-se con la entrega a los templos de estatuas privadas o imágenes divinas. En este caso, las estatuas humanas representan propiamente el acto de la ofrenda.

Representación de un faraón en forma de esfinge. Caliza. Período Ptolemaico (332-30 a.C.).

La esfinge egipcia suele interpretarse como el resultado de la integración de dos poderes: por un lado la fuerza y el vigor que proporciona el cuerpo del león y, por el otro, el rango divino o regio aportado por la cabeza de faraón o de una divinidad. Este tipo de piezas solía utilizarse como objeto votivo.

Sistro (parte superior reconstruida). Bronce. Baja Época (715-332 a.C.).

De entre los instrumentos musicales más populares en el antiguo Egipto, merece un apartado especial al sistro. El sistro ultrapasó el ámbito meramente musical, por ser principalmente utilizado en la liturgia de los templos, sobretodo aquellos dedicados a la diosa Hathor, ya que el sonido de este instrumento le gustaba especialmente. Con la asimilación posterior de esta diosa con Isis, el sistro también fue utilizado en la liturgia de la última, y su uso se extendió por todo el Mediterráneo, igual que el culto isíaco.

Remate de un bastón ceremonial con la representación del dios Bes. Bronce. Baja Época (715-332 a.C.).

Esta pieza probablemente sirvió de remate a un bastón que formaba parte del mobiliario sagrado. Bes fue una de las divinidades más populares de Egipto. Por una parte, su figura suele aparecer en contextos relacionados con la actividad sexual. Por otra, sus tareas de protección también estaban dirigidas a las mujeres durante el parto, los recién nacidos y los niños.