Con casi cuarenta años en el trono, Sesostris III ha pasado a la posteridad como uno de los grandes faraones de Egipto. Con él se culminó el proceso de centralización y burocratización del Estado que acabó con el poder y la competencia que diversos centros de poder provinciales habían obtenido desde finales del Reino Antiguo.
Del exterior poco se sabe de la conflictiva actividad en Asia, a diferencia de Nubia, donde Sesostris III llevó a su máxima expresión una política de expansión y sometimiento, tal como lo demuestran la construcción y ampliación de fortalezas egipcias, los textos de sus estelas fronterizas o el culto divino del que luego fue objeto.
Se conservan numerosas estatuas del monarca procedentes de Tebas y Medamud, donde se halla el único templo completo de su reinado. Su recinto funerario en Dashur y las tumbas de reinas y princesas de su familia proporcionan buena parte de las joyas más refinadas de la orfebrería faraónica.